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Gestión del estrés: estrategias eficaces para la práctica clínica
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El estrés crónico es uno de los factores más comunes en las rutinas de los pacientes y puede manifestarse en diferentes niveles, desde el cansancio constante hasta el insomnio, la ansiedad, los atracones e incluso cambios metabólicos importantes. En el consultorio, es cada vez más común que los médicos, nutricionistas y otros profesionales de la salud aborden este tema. Por lo tanto, saber cómo guiar los cambios en el estilo de vida, combinar estrategias nutricionales y recetar la suplementación adecuada puede marcar una gran diferencia en los resultados clínicos.

Comprender el impacto del estrés en el cuerpo

El estrés activa el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal, elevando la producción de cortisol y desencadenando una serie de respuestas fisiológicas. Cuando este proceso continúa durante períodos prolongados, puede comprometer el sistema inmunitario, aumentar la resistencia a la insulina, promover la inflamación crónica y dificultar el control del peso. En la práctica clínica, los signos más reportados incluyen trastornos del sueño, fatiga, cambios en el apetito, disminución de la inmunidad y cambios de humor. Reconocer estos síntomas es de gran relevancia para llevar a cabo un enfoque integrado.

Estrategias de manejo: del estilo de vida a la suplementación

El primer paso de la atención es guiar los cambios de rutina que han demostrado reducir la carga del cuerpo. El ejercicio regular, tanto aeróbico como de resistencia, ayuda a regular el estado de ánimo y a reducir el cortisol. El sueño adecuado debe abordarse como una prioridad terapéutica, con pautas de higiene del sueño. Las técnicas de relajación, como la respiración diafragmática, la meditación y la atención plena, cuentan con un respaldo científico cada vez mayor para reducir la ansiedad. Y, por supuesto, una dieta equilibrada es fundamental: las dietas ricas en frutas, verduras, proteínas de calidad y grasas buenas promueven la modulación de la inflamación y el equilibrio del sistema nervioso.

La suplementación surge como un recurso adicional para apoyar este proceso. El magnesio es uno de los nutrientes más utilizados, por su acción sobre el sistema nervioso y en la relajación muscular. Las vitaminas B contribuyen a la síntesis de neurotransmisores y al metabolismo energético. La L-teanina es un compuesto interesante para promover la relajación sin sedación, mientras que los adaptógenos, como la ashwagandha y la rodiola, ayudan a regular el cortisol. El omega-3, a su vez, actúa sobre la salud del cerebro y la reducción de los procesos inflamatorios. Cada elección debe ser personalizada, respetando la historia clínica y las necesidades del paciente.

Aplicación práctica en la oficina

En la práctica clínica, el abordaje de los pacientes con estrés debe realizarse de forma gradual e integrada. La anamnesis es fundamental para identificar los principales factores desencadenantes, desde los problemas emocionales hasta los hábitos de sueño y los patrones dietéticos. A partir de esto, el profesional puede estructurar un plan que combine ajustes en el estilo de vida, pautas nutricionales y suplementos específicos. El monitoreo periódico permite evaluar la respuesta, reforzar la adherencia y ajustar el protocolo según sea necesario.

Más que recetar suplementos, la función del profesional es educar al paciente, demostrando que el manejo del estrés depende de un conjunto de estrategias. Explicar claramente la relación entre el estrés, la salud metabólica y la calidad de vida favorece el compromiso y ayuda a los pacientes a darse cuenta del valor de cambiar de hábitos.

Conclusión

El estrés, cuando no se controla, afecta a múltiples sistemas corporales y contribuye al desarrollo de enfermedades crónicas. Por lo tanto, es esencial que los profesionales de la salud sepan cómo identificar los signos, guiar los cambios de rutina y utilizar la suplementación como una herramienta complementaria. Un enfoque clínico que integre el estilo de vida, la nutrición y el apoyo nutricional contribuye no solo al alivio de los síntomas sino también a la promoción de la salud a largo plazo.

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